29 de mayo de 2011

Hambre

Locura. Con toda la cordura, gritarla.
Son dos las manos que acarician en un encuentro de sed,
la mano del loco y la guarida.

Un silencio impertinente goteará pudor angurriento que temblará en lo ajeno y nadie lo escuchará.
La indecencia garantizada por el orgullo de la anomia atemorizada por haber nadado aguas sin sal,
esa indecencia, simple y sigilosa, despertará en los gemidos que eternizará en la sed que la contrasta.
Trajo del pasado lo más delicioso. Del recuerdo, lo más lejano que no resultó así en el sabor.

Son dos las manos que acarician en un mismo encuentro de sed,
no lo fueron en la duda de la deliciosa sed flotante e implacable del pasado descubierto reciente.
Nacimiento prematuro del nervio humano, la inevitabilidad de lo incontrolable, la guarida desprotegida.

Piedras sensibles al tiempo, sólo al tiempo serán arena o aguas sin sed. Serán nervio humano.
¡Oh locura enajenada! ¡no haberte encontrado antes del nacimiento de la razón nerviosa que hoy me yergue!
Amistad con el miedo incalculable que trae consigo la desnudez del querer.

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